24 March 2012

La Doña Tortas

La doña Tortas te pregunta si las quieres con chilaquiles rojos o verdes. Llevas más de media hora esperando este momento, sufriendo ver cómo a la Doña le ha dado a más de una docena de gente ((novios crudos, católicos saliendo de misa, artistas con sus perros, guarros y polis)) sus tortas. La Doña es alta, con una panza grande que consta el consumo de años de exitosas y famosas tortas de chilaquil, las que traen una capa de frijol negro, chilaquil cremoso, salado y picosito, una crema blanca, queso (de petróleo probablemente), y una pechuga de pollo frita en grasa vegetal, esas que venden a granel en diez litros.

"chilaquiles verdes," le dices.

La Doña chifla a su hija de cinco años.

"¡PECHUGAAA!" grita, y en menos de un minuto sale la niña con una hielera

"hice check-in," comenta una chica a su novio. (este puesto tiene su propia ubicación en four square).

Ya por fin la Doña tiene las pechugas para hacer mi torta. Saca un bolillo de una cubeta, la corta a la mitad a lo largo y desgarra parte del contenido interno para hacer espacio. Tira el desperdicio en una bolsa. Los patos les encantaría esos pedacitos.

"¿Con verdes o rojos jóven?" te pregunta. La Doña anda muy distraída hoy, entre la falta de ingredientes vitales (("YA NO HAY DE COCHINITO" había anunciado hace poco)) y los clientes tercos que pagan con un billete de 200.

"Verdes, por fa, y sin el quesito."

"Vecino, nos llegó el recibo de luz, ahí luego hacemos las cuentas," me comenta la Doña.

"Ah, bien."

Doña Tortas suele traer una playera negra, "To be angel" dice. Por estar parada todos los días de 830 a 1300 tiene las piernas desproporcionadamente delgadas.

"¡MALAS NOTICIAS!" anuncia. "¡YA NO HAY PECHUGA," provocando a que algunos salgan de la fila, decepcionados hambrientosos. "Hay que preparar a los clientes para que ya no coman pechuga," dice a su hermana, que es casi igual pero güera, mas chaparra.

Ésta enrolla mi torta en una hoja de plástico.

Por fin, la maravillosa torta de chilaquil.

La amo, las amo.